Eurocéntricos
Siempre me ha llamado la atención la estética dolorosa de algunos íconos del catolicismo. Pareciera que entre más "gore" se muestren, pueden redimir más dolores y frustraciones cultivadas por la humanidad. Desde las efigies de cristos ensangrentados, estatuas con coronas de espinas incrustándose, hasta las vírgenes dolientes, que parecen autoflagelarse por haber sido madres o jugar el rol de intermediarias. "Entre más sanguinarias, más veneradas" parece ser la ecuación lógica de este marianismo sádico.
Entre estas imágenes, tengo dos predilectas, por su estética y su historia. La Virgen de los Siete Dolores (a la izquierda) y la Virgen del Sagrado Mazo. Según reza su biografía, "Nuestra señora de los siete dolores" soporta los lamentos y la sangre de siete dagas correspondientes a cada uno de los siete pecados capitales que ahogan a la humanidad: orgullo, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira. Tiene adosados 3 mini sables más en las manos, que representan grandes dolores históricos, como la crucifixión de Cristo, las diversas guerras y una daga reservada a los que están por venir. Todo un simbolismo para castigarnos por nuestra esencia errática.
La "Virgen del Mazo", con su largo y macizo bate, tiene por misión destrozar demonios. Este híbrido entre virgen y santa pagana, oriunda de Nicaragua, está equipada con un mortero y un sable para cumplir su cometido exorcista. Además, con un simple roce de sus dedos mágicos hace suyos y "por toda la eternidad" los dolores ardientes de quienes sufren.