viernes, diciembre 12, 2008

Madonna

"Vivir para contar" reza el nombre de una de mis canciones predilectas de Madonna. Esa consigna, que en mi cabeza siempre sonó como el eslogan imperativo de mi mayor sueño, cobró sentido la noche del 10 de diciembre de 2008, la fecha en que cerré el círculo y vi finalmente a la Ciccone en vivo.

Fue en el marco de su gira Sticky & Sweet, que promociona el disco "Hard Candy". No es precisamente mi etapa predilecta de la Reina del Pop. Sin embargo, bajo su mutación desde diosa sadomasoquista, geisha posmoderna y cowgirl electrónica hasta la boxeadora urbana de hoy, pervive la misma especie, esa mujer que devora estilos y escupe creatividad al parpadear.

La concreción de mi sueño comenzó temprano. Llegué al estadio a eso de las 8:45 con un grupo de amigos. Al interior del Nacional vi a cientos de wannabes, transformistas, madonnas de todas las eras, enfundados en cientos de estilos, algunos en poleras negras que la mostraban cogiendo el mapa de Chile con las manos. En medio de esa fauna tan diversa pero unida en un solo nombre debí esperar horas y horas bajo el inclemente sol de diciembre.



A eso de las 17:30 entramos raudos, con mis amigos, como si en ese trote se nos fuera la vida. Corrí y no despegué los ojos del inmenso escenario, flanqueado de las dos estilosas M's brillantes y la pantalla redonda en el centro... Ahí estaba todo, tal cual, como tantas veces vi en fotografías, en videos de youtube y en mis propios sueños.



Y me dediqué a esperar las últimas horas, minutos y segundos de un sueño que contuve por 20 años. En esos eternos y, a la vez veloces momentos, pasó tanto por mi cabeza: las letras musicales, las imágenes, los conciertos, las revistas, los videos....Todo se resumió en esa previa, acompañada de luna llena y un atardecer violeta sobre Santiago y sus montañas.



Recordé tanto. Más que a Madonna, a una imagen de mí mismo con esa banda sonora continua musicalizándolo todo. Vi a mi hermana Claudia vestida de Madonna kitsch, con trapos en la cabeza, encajes y colgajos... yo a un lado, cumpliendo el infantil ritual de jugar a ser su bailarín, de corear con ella "Dress you Up", de pasarle el micrófono... Luego, me vi prendado a sus primeros conciertos y pensando lo atrevida que era por usar corpiños y transgredirlo todo.

Visualicé mi primer disco de ella, Immaculate Collection, o cuando gané Erotica en un concurso de tv. Pasó por mi memoria el chico que recortaba los diarios, que robaba furtivamente los artículos en las revistas de peluquerías, el adolescente que se enamoró escuchando Something To Remember, la pérdida de mi padre, a los 17, cuando la banda sonora de Evita era dueña de mis parlantes (desde entonces, pocas veces he querido revisitarla), el Manuel de 18 años, que decidió transformar Ray of Light en su álbum-himno de libertad. Lo vi todo. Sólo pudo despertarme la noche y los gritos de anticipación con los primeros destellos de luz quemando el escenario.



Finalmente a eso de las 21:40 comenzó el show. Las pantallas enormes se encendieron y mostraron esa fábrica de dulces que tantas veces dibujé a partir de los videos...tras la secuencia, apareció ella, vestida de dominatrix, sonriendo, muy rubia y muy menuda y bella -tal como la imaginé- entonando los primeros acordes de "Candy Shop": see which flavour you like and I'll have it for you..En ese momento todo se cristalizó. Cada vez estuvo más cerca, hasta llegar sólo a centímetros de mí... así, el rostro y el cuerpo que siempre vi, tantas miles de veces, se redefinió en tres dimensiones. El gesto cobró matices. El cuerpo mostraba sudor real. La voz venía de cerca. Su olor a flores impregnaba el ambiente. El mito se volvió humano y bajó del Olimpo para volverse verdadero.



En dos horas, convertidas en minutos, Madonna desembolsó 19 canciones, bailó sin mostrar un ápice de agotamiento, deslumbró y brilló como está acostumbrada a hacerlo. Culminó el concierto y una sensación de sueño suspendido, de retorno feroz y abrupto a la realidad me invadió. En las pantallas se leía "Game Over" y ya estaba todo escrito en el libro de los sueños imposibles, el relato que empecé a escribir a eso de los 5 años, cuando una chica vestida de novia virginal sacudía los esquemas y mi vida comenzaba a trazarse al pulso de su magia.

4 Comentarios:

A la/s 7:50 p. m., Blogger Udo dijo...

Qué pasó amigo?, pensé que lo dejaría todo en este texto, que habría más pasión en sus líneas; que esos largos 20 años de espera no tendrían cabida en un espacio como este, que faltaría ciberespacio para plasmar tanta emoción.
Me siento algo estafado, y a menos me digas todo aquello echo de menos en este post está escrito en páginas más íntimas; exijo otro post.
De todas formas un abrazo muy grande.
Sal-udo.

 
A la/s 2:25 p. m., Blogger Manuel dijo...

Udito, puedes tener razón... quizá la extrema emoción no me permite ser más fidedigno... pero lo que quise reflejar aquí, más que el impacto que me causó el concierto, es la conexión que me produjo con mi propia historia, musicalizada por Madonna...

Un abrazote!

 
A la/s 3:22 p. m., Blogger Sonita dijo...

pasando a dejar mis mejores de deseos para este final de año mi querido Manu, que el que nos està tocando a la puerta sea felicidad, amor y salud.
un dulce saludo, ya volveré con màs tiempo a deleitarme de las letras por aqui esparcidas.

 
A la/s 11:06 p. m., Blogger Clyde Valentine dijo...

A mí, en lo personal, no me gusta en demasía la Madonna actual. Me gusta más la ochentera, la que trasgredía las reglas y enfurecía a los más conservadores con sus canciones atrevidas. Pero bueno, me hubiera gustado estar ahí de todos modos. Es un ícono mundial, como dices tú, del Olimpo, y no todos los días viene Madonna a Chile para recitar 19 canciones.

Un abrazo Manu, me voy a la otra entrada, jejeje :P

 

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