domingo, abril 20, 2008

Migratorios


Los días se frío ya comenzaron a dejarse caer. La bruma disipó el sol, las ferias ofertan albahacas marchitas y las primeras naranjas. Las mujeres sacuden sus abrigos negros desde el fondo del clóset. Los hombres cambian poleras por sweater grises. Las playas se han vaciado. Vitamin Service repuso su oferta de baja de temporada: de dos helados de cono por el valor uno. El viento hace temblar hasta los párpados.


En medio del frío recuerdo a Jorge Díaz, el dramaturgo fallecido hace algunos meses. Contaba en una entrevista sobre su aversión hacia el invierno. Detestaba tanto la lluvia, la tempestades y ese travieso sol que alumbra pero no entibia, que cada mayo huía, con maletas e ideas, a España a reencontrarse con la primavera y el verano. En el viejo continente encontraba el tono exacto, con el viento estival soplando a su favor, que destilaba sus grandes trabajos dramatúrgicos sólo bajo esas condiciones. Cuando el sol se esfumaba simplemente armaba las maletas e iniciaba la operación retorno, como ave migratoria.




Esa misma práctica tiene Patricia Woodward, hermana del sacerdote inglés Miguel Woodward que murió a causa de las torturas que recibió a bordo del buque escuela Esmeralda. Patricia y su marido, Fred Bennet, viven en España y en el cerro Los Placeres de Valparaíso. Alternan residencias según los rayos del sol y la lucha incansable que ha dado esta anciana mujer por su hermano. En Chile pide justicia, organiza actos de repudio en contra del silencio practicado por la Marina, y en España denuncia la cómplice indiferencia de la institucionalidad chilena con los Derechos Humanos.




Cada uno con sus pasiones buscan transcursos donde el sol se les aproxime. Me gustaría poder hacer lo mismo. No con el pretexto de huir del invierno -que me agrada bastante- sino con la posibilidad de intercambiar rutinas, cotidianidades, caseros de la feria, cafés predilectos, arquitecturas, amigos. Sin duda, la vida sabría distinto si pudiese uno tener a la mano la posibilidad de cambiar sus ingredientes o, como Jorge Díaz o Patricia Woodward, regular la intensidad del fuego, en nuestra cocina existencial.