viernes, octubre 27, 2006

Bilis negra


Mi palabra favorita en este idioma de vocales e i-lógica es "melancolía". Adoro cómo suena! Etimológicamente, desde el griego, significa "bilis negra". .. la atribución a ese sentimiento de incombustibles grisáceos dimanados de un pasado que, limpio de detalles, se ve mejor.
Me defino como un melancólico. Para muchos, ser melancólico es una especie de adicción a la insalubridad mental, pero creo que todos hemos bebido de esa agua. Hemos caído en la emboscada de claroscuros por voluntad propia.
Puntualmente en estos días me he sentido melancólico de mis propios ideales, tal vez fragmentados por la superposición de otros ideales o el aterrizaje forzoso a la realidad. Basta evocar 10, 5 años atrás e imaginar la inmensidad de lo que venía... un abstracto que se va haciendo concreto tan pronto los minutos comienzan a quemarse. El futuro se empequeñece a medida de que arrugas, canas, inocencia perdida y estoicismo se arraigan. Pero bueno, la vida no es un derecho, es un deber... Supongo que los plazos fatales no llegan nunca si puede conservarse algo de sed en la boca... y sin embargo, qué placer más culpable (y perdurable) recrear pasados perfectos en el escenario de la mente...
Brindis!
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El cuadro: "Melancolía" de Shu-Ying Huang

viernes, octubre 20, 2006

Entre sombras y Luciano Kulczewski

Contradicciones, claroscuros del arte que no se excluyen.. el valor estético versus el funcional chocan vertiginosamente, a 100 por hora, en la obra de Luciano Kulczewski García, mi arquitecto chileno predilecto. Responsable de algunas manchas góticas casi insolentes en el tráfico urbano de Santiago y un estilo indefinible, que va desde el Art Nouveau al Modernismo, expresado en gárgolas, rejas en forma de telarañas, cerrajerías imposibles y arcos de medio punto. Según dicen los historiadores-arquitectos, su obra es una muestra constante de sentido del humor y espíritu lúdico.

Forjado en la Universidad de Chile, Kulczweski solía decir que la arquitectura debía ser "una herramienta que debía estar al servicio de la felicidad de los hombres". Un díctum interesante si se consideran los rasgos de su trabajo, que muestran gárgolas sangrantes, frisos vampirescos, capiteles que evocan constantemente las tinieblas. Sin embargo, quienes lo conocieron confiesan que Kulczewski era feliz como un niño cuando veía a familias completas agolpándose para utilizar el funicular, sobre todo, la estación baja.. su primera obra (el lugar que en mi infancia, soñaba como el castillo de Grayskull).

Como buen visionario, es hijo del Chile decimonónico. Nació en Temuco en 1896, en el seno de una familia de inmigrantes franceses y checos, quienes jamás abandonaron sus rituales ni su prudencia, lo que marcó fuertemente al artista, que siempre detestó los formalismos de la burguesía.

Por sus raíces sureñas, este humanista desde pequeño volcó su interés al Santiago indómito, desplegado en la naturaleza que rodeaba la capital. Fue un adelantado defensor ecológico, de hecho, constan sus esfuerzos por defender los orígenes y las ácidas críticas a sus pares, que, a su juicio, no respetaban ni ensalsazaban el Santiago original en sus construcciones.

También fue muy crítico del mercantilismo que movía a sus pares. Para él la arquitectura debía ser puro compromiso político. De esa forma, hacia el final de su carrera, sus ideales opacaron los desavaríos estéticos de su obra, que fue reemplazado por su volcamiento a las viviendas sociales. Fue así también como participó de la fundación del Partido Socialista (un PS muy distinto al actual, por cierto) y de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda.

El arquitecto, adicto a la opacidad, murió en 1972. Según reza la leyenda, se suicidó en un ataque irreversible de nostalgia, aunque la historia oficial habla de una enfermedad prolongada. Sus cenizas fueron esparcidas por sus hijos entre el Cerro San Cristóbal y el Cementerio Pere Lachaise en París. Sin embargo, su estilo imperecedero descansa el múltiples obras que se han convertido en lugares de procesión para sus cultores, como el acceso al funicular, la casa de los Torreones (calle Estados Unidos) -fue su casa-, la sede del Consejo de Monumentos Nacionales (calle Viña del Mar con Vicuña Mackenna), la población Los Castaños (Independencia), Colegio de Arquitectos (Alameda), la casa de las gárgolas en Merced y múltiples poblaciones anónimas desplegadas por la periferia de Santiago.


sábado, octubre 14, 2006

La mujer que fragilizó la historia oficial

Eva Braun, la mujer escondida sobre el puñal de hierro de Hitler. Fue su amante secreta, el delirio del genocida alemán, la que lo volvía tierno y dócil, pese a que en público la tratara como otro de sus dominios.
Tal vez por su aislamiento del mundo, protegida bajo la sombra del Führer, Eva desarrolló un mundo solitario riquísimo, entre la escritura de poesía y sus fecundos diarios, muy al estilo de Anaïs Nin. Esta hija de una modista había estudiado secretariado y en su trabajo en un estudio fotográfico es donde conoció a Hitler, "un señor de cierta edad, con un curioso bigote, un sombrero flexible y una fusta, que me presentaron como el señor Wolf", recuerda en su diario, una pieza de alto valor histórico guardada en Berlín.
El interés del Führer fue inmediato. Encomendó a Heinrich Himmler a investigar sus orígenes y todos los detalles de Eva, cruzando secretamente los dedos porque no tuviera una sola gota de sangre judía, según refieren los historiadores. Pese a todo, Hitler nunca pensó en casarse con ella, aunque desde 1936 se convirtió en su amante. De esa forma, se transformó en la comparsa oficial del jefe del Tercer Reich en fiestas y reuniones nazis, que ella odiaba... prefería departir en bailes y comidas, ocasiones en las que hacía gala de su notable delicadeza y buen gusto.
Sin embargo, sus bondades no parecían convencían a Hitler para llevarla al altar, pese a que intentó persuadirlo en innumerables ocasiones. Así todo, el Fürer la mantenía celosamente siempre al margen de las situaciones de su diario vivir y confinada en Obersalzberg. De ese modo, desde 1936, el mundo no sabría de su existencia hasta 1945.
Albert Speer, quien fue amigo de Eva, declaró más tarde que Hitler ejercía sobre ella un trato desconsiderado y opresivo que la sumía en periodos de angustia e infelicidad. Durante el Sitio de Berlín, al final de la Segunda Guerra Mundial, Hitler intentó convencerla para que escapase de Alemania, pero ella, obstinada, se negó y prefirió descender al búnker a acompañar a su amado. En pleno sitio, estando a unos centenares de metros las fuerzas rusas, contrajo matromoinio con en abril de 1945. El día siguiente, ambos ingresaron en el despacho, después de despedirse; pero antes Hitler manda fusilar al cuñado de Eva, Hermann Fegelein, por intento de evasión y complicidad con Himmler en su traición. Aunque su hermana estaba embarazada, Eva -quizá ya contagiada del hedor macabro de su amado- no intenta impedir esta acción, por lo demás, inútil. Por la mañana ambos se suicidan. Eva recibe una dosis de cianuro, no alcanza a usar un arma, Hitler masca la ampolla y se pega un tiro en la cabeza, por instrucciones previas, sus cuerpos son incinerados, pero parcialmente, con el Ejército Rojo a 500 m del búnker. Poco más tarde, un locutor incrédulo titubea por la radio al dar una noticia que aliviará al mundo: "Hitler y su esposa han muerto".
Según consignan los historiadores, el destino de los restos de Eva Braun no están del todo claro, pero existen versiones fiables de que estos restos juntos con los de Hitler y la familia Goebbels fueron llevados a un cuartel en la ex-RFA y permanecieron allí hasta principios de los 70. Una orden del Primer Ministro de la época Andropov terminó cremando definitivamente estos cadáveres y esparciendo sus cenizas en el Río Elba.

lunes, octubre 09, 2006

Hormonas y neuronas

Pese a mis desencuentros con los temas del corazón sigo creyendo en eso del "amor para siempre" que tanto endiosa la cultura popular en diversos lugares comunes. Los epílogos matrimoniales de las teleseries o los besos incombustibles de finales hollywoodenses no serían los puntos suspensivos de amor eterno si no tuviéramos como referente el idealismo.
Después de haber pasado por unas cuantas relaciones, largas y cortas, cada vez que inicio una nueva lo hago con un poco más de desgaste de expectativas y resquemores a cuestas... Es lo esperable, no puedo dejar de temer pensamientos del tipo "¿para qué gastar tanta intensidad si esto se va a acabar eventualmente". Pero luego intento no hacerme caso en pos de autenticidad.
Para una persona pasional como creo ser, no tendría ni un brillo consumirme en la inacción y encerrarme en una caparazón de negaciones. Quiero creer que llegará alguien capaz de sorprenderme a diario, con quien crecer, caerme, ser cómplice, acompañarme, contemplar y aprender. No espero en lo absoluto un remedo de mí mismo, simplemente una persona con la energía suficiente para apuntar lejos en el mismo paisaje. Tengo amigos que rebaten estos clichés idealistas y creen que es una lata pensar así. Me contraponen con eso de la delicia de avanzar con nuevos y diversos sabores, personas con backgrounds distintos, historias nuevas, romanticismos distintos. Lo entiendo, pero no sé por qué aún sin haber llegado a los 30 siento la apetitosa necesidad de pisar seguro e imaginarme viejito junto a alguien repasando vida y fotos en común. Qué dilema: por una parte, no quiero conformarme con los sucedáneos... pero a la vez soñar con un punto final en el amor es como comenzar a morir de a poco.