martes, junio 26, 2007

Claroscuros del "cuarto poder"

Venía en el bus desde Santiago y en el asiento de atrás iban dos periodistas de La Segunda conversando. Hablaban sobre trabajo (era que no!), las "pautas" que debían cubrir en la semana, acerca de los sobresaltos del "cierre", del "golpe" propinado y recibido.

A mitad de camino, la conversación seguía siendo la misma: "que el enfoque de esa nota no era el mejor.." "y golpeamos a El Mercurio con el reportaje X... ", "deberíamos seguir el tema Y". Todo derivó a esos diálogos tan típicos de los periodistas, que siempre, y en algún punto de inflexión cotidiana, terminamos endiosando nuestra profesión.

Tan rápido como por la ventana avanzaban casas, árboles, cerros y nubes lejanas, mis colegas aceleraban el intercambio de ideas sobre lo imprescindible que es el periodismo en la sociedad, que los reporteros somos realmente los poseedores y ejecutantes del tan manido "cuarto poder", que los diarios dictaban la agenda de gobierno y la movían según la dirección de sus hilitos.
Ahí fue cuando comencé a divagar (hasta este escrito) sobre esas razones tan dogmáticas que desde la escuela de periodismo nos hacen creer: que la profesión salvará el mundo, que es una actividad arriesgada, increíble, adrenalínica, intelectualmente demandante. Decretos que rayan en lo romántico y caricaturesco, y perpetuamos hasta el hartazgo con las bocas apagadas o encendidas, como en el caso de mis colegas en el bus.




Yo, por el contrario, entre más practico el periodismo, más contradicciones y defectos intrínsecos de la profesión respiro. Sin desconocer todo lo que quiero y atesoro de mi vocación, siento que los periodistas somos la actividad más titireteada que existe. Somos los obreros de grandes piezas ideológicamente aceitadas que se mueven acomodaticias hacia donde el dueño, los dueños o el auspiciador preferencial decida. Nosotros obedecemos (o deberíamos hacerlo), casi como perros pavlovianos.

Triste decirlo, pero a veces siento que somos los adormecidos-adormecedores. Ya tan atrás quedó esa imagen romántica del reportero que husmeaba las injusticias, que vagaba por una noche de desconciertos para ir en rastro del golpe, que descalabraba un gobierno a lo Watergate. Hoy si es posible dehilvanar estructuras de poder, a mi juicio, se produce por vendettas partidistas de las altas esferas políticas que instrumentalizan a los medios a su arbitrio. Así se han sucedido escandalillos como MOPgate, EFE, PGE, Spiniak-Novoa y otros cuantos, mientras bajo la rueda duermen los jueces heroinómanos, los ministros pedófilos, los dirigentes políticos que roban a gran escala o practican una mafia encubierta. Todos saben, todos callan. Y los periodistas seguimos llenando el espacio cada vez más reducido que deja la publicidad.


En algún punto dejamos de intelectualizar los alcances del micrófono, olvidamos el impacto de una buena (y cojonuda) pregunta, la trascendencia de una investigación contundente y nos volvimos los teóricos básicos de la dogmática pirámide invertida, de la palabra que no debe repetirse entre título y bajada, de la pregunta que omitimos por miedo a sus consecuencias, del tema que el editor nos conmina a no seguir "porque involucra a un DC" (o UDI, PPD, RN o PS..). Nos convertimos en los célebres autores de la nota que se visualiza exacerbadamente por las mismas razones: tal o cual DC, UDI o PPD... quiere vestir el sayo de Mesías de cara a una campaña.
Periodistas marionetas, dormidos, esclavizados en un esquema de escritura prefabricado, en una agenda setting que pareciera querer dibujar al país tan conservador y obediente del statu quo y, a la vez, omite lo que detrás de las cortinas se desvanece. Periodistas ventrilocuos del silencio, desinformadores, perpetuadores de la ignorancia, contrincantes del iluminismo que alguna vez inspiró los ideales de una profesión dormida en el poder adquisitivo y simbólico de un grupo de capitalistas que montan el engranaje. Mientras no tragamos la autocomplacencia de creernos los delineadores de una compleja simbología que hace rato no podemos (ni sabemos cómo) interpretar...

No es que precisamente quiera morder de la mano que me da de comer (o me da espaldarazos aparentes), pero vaya que nos hace falta una revolución!

viernes, junio 22, 2007

Días de incertidumbre...

Bebiendo de lo repentino... enfrentando mis propios precipicios, completamente al borde. Así me he sentido en estos días de lluvias y soles que se suceden sin tregua: rozando una posibilidad laboral en Los Ángeles, contando los minutos para recibir a mi madre con 3 años de anécdotas y biografía a cuestas para actualizar, palpando nuevas amistades que acaban de pronto, desafiando al máximo mi capacidad de asombro frente a las reacciones de otros terrícolas (¡Somos tan complejos!, de pronto).


En estas horas de pasos trémulos, me reencontré con el iluso en mí que creí haber sepultado. Sus delirios me llevaron a hablar demasiado, a contarle a todo el mundo las buenas nuevas que quizá deba desmentir con una serie de explicaciones. Por culpa de mi idealismo, hablo desbordándome. Soy sincero a ultranza, predico mis fantasías, vuelo muy alto....sin las alas de Ícaro apropiadas.




Y de pronto...me voy de bruces desde ese cómodo cielo de que está por consolidarse, de la imagen de mí mismo transportado a una realidad lejana. Abandono de pronto los brazos tibios a los que quería acostumbrarme. Tropiezo, caigo de golpe seco a la prosaica realidad, al continuum que excluye caminatas por Valparaíso en plena semana, a los sueños sueltos hilvanados desde las palabras, que se han vuelto de pronto mi peores enemigas (por muy tenues y bien intencionadas que sean).


La moraleja de la historia: vivir más y teorizar menos. Carpe Diem, decían los antiguos.

Fotos: Sergio Larraín

sábado, junio 16, 2007

De regreso al hijo

La próxima semana llega a Chile mi madre. Después de 3 años sin verla, vuelvo a ser hijo. Cosa extraña. Es uno de los personajes que ya no habitúo ser. No sé, por ejemplo, cómo conducir relaciones de "respeto reverencial" hacia los progenitores, si tutearlos o no, o verlos como ejemplo de algo. Un objetivo o un eterno recordatorio de las semejanzas y cuánto he podido despegarme de los dictámenes genéticos para encontrar mi propia voz.

En el caso de mi mamá, la relación telefónica y epistolar que tenemos es más bien horizontalmente amistosa. Me cuenta sus dramas, sus triunfos y derrotas, sus teleseries personales. Yo la escucho, quizá me atrevo a darle un consejo... tal como lo haría con una amiga. Eso sí, no soy yo el que cuenta demasiado. No sé por qué, en qué calidad o bajo qué clase de incertidumbres.



Mi mamá vive hace casi 20 años en Suecia. Luego de la separación de mi papá, optó por partir a vivir el destino que nunca imaginó, la juventud que no tuvo, las diversiones que clausuró por las tareas socialmente correctas de madre. De hecho, hoy por hoy, a sus 59 años, la siento otros 59 más joven que los tenues recuerdos que tengo de ella a través de mis ojos de niño: cuando fabricaba tortas, ropas, historias, personajes adaptados para entretenernos. Cuando veía teleseries y tejía aspiraciones en la cabeza y bufandas en las manos. Cuando me llevaba tomado de los dedos a comprar o a torturarme con sus eternos vitrineos. Cuando amanecía y ella seguía ahí bordando, cosiendo, fregando. Era una dueña de casa arquetípica, pero quizás feliz..aunque no resignada a levantar la mirada y atravesar la ventana.

Creo que siempre cohabitó con ella la eterna pregunta del "¿y esto es la vida?". Hasta que un día decidió colgar los atuendos y partir lejos a probar un destino construido a mano y declarar su independencia. Y aunque alguna vez haya recriminado su ausencia en hitos fotográficamente importantes y me haya sentido de pronto retoño de mí mismo, siento orgullo por su osadía al romper los moldes y lanzarse a vivir como hija de sus propias determinaciones.

lunes, junio 11, 2007

Echar vuelo

Bastó un lapso de casi dos semanas para que nuevos sueños irrumpieran y desdibujaran la imagen de mi futuro.. al menos de los proyectos cercanos. Una propuesta laboral bastante irresistible (que aún no es 100% concreta) me tiene a punto de dejarlo todo por un horizonte repentino que jamás imaginé tocar con los dedos.


Si todo se materializa, en un plazo máximo de dos meses, parto a vivir a Los Ángeles (EEUU) a trabajar en algo novedoso y desafiante. No quiero aún revelar demasiado, por miedo a que se me "quemen los panes en la puerta del horno" (como diría Claudia: www.llovercristales.blogspot.com), pero el cuadro se ve bien enmarcado al menos.


Muchos sentimientos me invaden a la vez: la incertidumbre, la anticipación, el terror, la pena de dejar de ver seguido a mi familia y amigos cercanos, la tristeza de abandonar parte de mi identidad para reinventar otra. Como le decía a Franco (www.franarti.blogspot.com), es como una pequeña muerte, un cambio de piel repentino, pero seductor.


Prometo contarles más cuando los detalles estén sobre la mesa y este sueño sin rumbo deje de ser un voladero de luces. Muchas veces mi idealismo e ilusiones extremas me han jugado malas pasadas, y -¡claro está!- lo atribuyo a mi recurrente mala fortuna.. que tal vez no sea más que el contraataque de mi ansiedad.


Lo que quiero relevar en este post de asombos e incertidumbres es cuán débiles pueden ser los idearios de un futuro frente a circunstancias repentinas, impredecibles y errantes: una enfermedad puede modificar un saco abierto de presupuestos (no sólo económicos), así como un enamoramiento furtivo o, en mi caso, una propuesta laboral interesante nos saca de la rutina y las circularidades para someternos en un estado de inquietante pausa. Es aleccionador de pronto ver el cotidiano y sus transcursos locos desde afuera.


Son momentos de la vida por los que siento gratitud: más allá de si concreten o no (porque de no realizarse este proyecto, habrá servido para comprender la relatividad de lo advenedizo) en el fondo sirven para entender qué pilares fundamentales están en juego frente a una rotación de esferas. Qué personas nos importan y qué sueños acariciados podemos transar para decidirnos a dejar las teorías de lo que seremos y echar vuelo sin temor a beber del vértigo.

Foto: Javi de Esteban (España 1977)

lunes, junio 04, 2007

Lumière

Aún no puedo creer tantas emociones, tantos sueños muertos de una sola vez. Digo "muertos" en el sentido de que lograron su realización completa, y pasaron a ser recuerdos, gotas de memoria.


Hace un mes supe de la venida a Chile del gran Robin Guthrie, mentor y alquimista de mi banda favorita: los Cocteau Twins. Apenas pude conseguí rápido una entrada (pese a que no son muy populares ni comercialmente correctos, sí tienen una base de seguidores fuerte en Chile..había que prevenir!). Y este fin de semana, ¡al fin! llegó a destino la espera de toda una vida.


Vi primero a Guthrie en "La Batuta". Un concierto corto, lleno de horrores técnicos debido a la precaria instalación del lugar. Se vio a Robin incómodo y molesto, y quizá eso incidió en una entrega tibia de sus mejores pócimas, extraídas de sus dos álbumes como solista, "Imperial" y "Continental", además de algunas colaboraciones como la banda sonora de "Mysterious skin".


El concierto acabó en una hora y los "die-hard" fans estaban molestos. No con él, sino con el lugar.. grrggrrg.. Sin embargo, mi reivindicación llegó al otro día (es decir, ayer), en mi puerto natal. No sé por qué increíbles gestiones, la Universidad de Valparaíso consiguió traer a Robin Guthrie a tocar en la sala "Rubén Darío", un espacio tan pequeño como íntimo, que permitió al músico desembolsar sus mejores melodías y texturas musicales, como quien regala pinceladas, guiños, bocadillos sonoros: más un artesano que un artista, un fabricante.


Demás está decir que estaba en las nubes durante la hora y media de concierto. Hacia el final, Robin compartió algunas preguntas y comentarios con los fans, entre ellos creo que fui el que más preguntó (aquí es cuando me siento feliz de saber hablar inglés).


Luego firmó discos, se sacó fotos con todos.. y al final, mi recompensa: logré entrevistarlo por media hora. Le confesé que era un fanático acérrimo desde toda una vida, que su música había sido fundamental en miles de momentos, y le largué un largo discurso que intenté no transformar en una predecible perorata (espero!).

Me firmó, luego, un par de discos (se alegró de que le llevara "The moon and the melodies" y no los más típicos de la discografía de los Cocteau Twins. ¡Cómo se nota que está harto de ser asociado a esa etapa que tristemente culminó hace una década!). Le recomendé lugares de Valparaíso, hablamos de su blog (www.robinguthrie.net), de Liz Fraser (la ninfa vocalista de los Twins), de Violet Indiana (su nueva banda), de Chile, de vivir en París y un largo etcétera. Al final, le agradecí por haber manufacturado parte de la banda sonora de mi vida.

Aún no me lo creo! Despiértenme!