miércoles, enero 14, 2009

Mi Bello Verano


Sabe a duraznos. Se ve como el sol diluido en las sombras de la tarde. Huele a albahaca y cáscara de sandías. Extrañaba estos tiempos de niños felices que juegan con agua y poleras cortas. ¡Cuánto lo deseaba tumbado en mi cama, cerca de agosto, mientras la lluvia silenciaba el paso de los autos, fuera de mi casa!

El verano me soprendió dormido aún en el frenético fin de 2008, colgado a mis nuevos sueños, barajando el naipe otra vez. Probé al verano en un melón muy verde que trituré y convertí en jugo refrescante mientras revisito las películas de Rhommer o leo un libro que llegó a mis manos, "Mi bello verano" de Cesare Pavese. Narra la historia de los tiempos felices, cuando todo es fiesta y el tiempo se diluye entre cafés, bailes y calles... mientras la tristeza sigue su curso y todos le lanzan sonrisas indiferentes para ignorarla. No hay azul. Un cuento dulce, dócil y lánguidamente adictivo para estas tardes que retrotraen los verano de infancia, que transcurrían en la playa, corriendo por la plaza, desparramando helados de cono sobre la ropa liviana y colorida.

Mi Bello Verano se mueve en bicicletas, no conoce los hornos, se desparrama en ensaladeras grandes como orégano sobre berros, tomates muy rojos, pimiento rojo, verde, amarillísimo y perejil. Mis minutos de estío cuelan sonidos de Karen Ann y prolongan la noche tibia. ¡Cómo quisiera retenerlo y olvidar el advenimiento de marzo gris, con el primer frío que pesa sobre el cuerpo blando de tanto sol!