martes, marzo 17, 2009

Olor a cariño


Camino por un cerro de Valparaíso, una tarde de jueves. Sigo el trayecto de las calles torcidas y traviesas, que desafían la gravedad y nos convierten en acróbatas. De pronto, huelo desde una casa de latón verde olor a té, pan tostado y un queque recién horneado. Me detengo y con disimulo miro por la ventana. Diviso a una señora llevando las tazas y platos, disponiendo el queque en la mesa, el azucarero, los "batidos" en la panera, la mantequilla y la palta. De pronto, gira sobre sí misma y llama a sus hijos a "tomar once". Todos bajan y se sientan. El olor se hace más fuerte y me lleva 20 años atrás...


Qué nítido se dibuja el recuerdo de mi madre preparando el té mientras yo consumía mis juegos de niño en la tierra y en el barro... Ella miraba de lejos, preparaba algo rico. Podían ser roscas, panqueques o una torta de piña. Las delicias siempre eran una sorpresa. No revelaba nada. Sólo la veía de reojo enmantequillando el molde redondo del queque, batiendo huevos o vertiendo la leche... siempre con una sonrisa ansiosa, con la anticipación bajo la piel. El misterio terminaba cuando nos llamaba a "tomar once". Con mi hermana dejábamos los juguetes y los mundos construidos en cinco minutos, corríamos prestos y esperábamos que apareciera ella, con el manjar que tallaba sonrisas anchas en sus hijos.



Recuerdo también a mi abuela. Molía con ímpetu paltas. "Sólo Hass", decía. Les ponía un poco de aceite y sal y las llevaba a la mesa. Nada más exquisito, pienso ahora, que una marraqueta con la palta de mi abuela Sara. Nada mejor que un té de las pequeñas teteras casi extintas hoy. Nada igual al sonido de las cucharas mezclando el azúcar, mientras "Cine en su casa" o "Tardes de Cine" escapaban de los televisores con antenas.

Más adelante fue mi hermana mayor la que freía y revolvía huevos, esparcía orégano y sal, y lo ofrecía aún con el sonido del aceite crepitando para acompañarlo del pan crujente de la tarde.

Mi abuela, mi madre, mi hermana, las mujeres de mi infancia...siempre creando, cocinando, entregando, queriendo con el suave pincel de los sabores, texturas, olor y colores.



Hoy camino por Valparaíso y veo a las mamás que van a buscar a sus hijos al colegio. Diviso a las mujeres que compran el pan. Escucho de pasada a las que conversan sobre lo que harán de almuerzo al día siguiente. Huelo la vida, el olor a cariño, esos tonos adheridos a la memoria emotiva. Los pequeños recuerdos que jamás se olvidan.

4 Comentarios:

A la/s 5:59 p. m., Blogger smokedeyes dijo...

oh qué bello!!!!! qué ganas de volver al tiempo de los tecitos, con pan con palta o manjar.....

ya ni siquiera tomo tecito!!!!!!!!

 
A la/s 9:59 p. m., Blogger Udo dijo...

Una de mis tías cuenta que cuando comía sandía, (en esos años en que siendo un niño viví en el sur), me chorreaba entero con el jugo de sandía. También recuerdo los choclos cocidos que, vez que pasaba por la cocina me robaba del fondo uno o dos, no sin quemarme con el agua caliente en castigo por ello.
Recuerdo las sopaipillas, el pan amasado, el aroma a albahaca que mi abuela cortaba de su huerta y ponía en su oreja.
La mayoría de mis recuerdos son del campo, de mis hermosos días en casa de mi abuelo.
Un abrazo.
Sal-udo.

 
A la/s 9:59 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Que ricos aromas..........
Recuerdo no solo los olores que has mencionado, también los de mis vaciones en el sur, propios del campo,los que comopartí por años con mucha gente, ya que la casa en el campo los albergaba a todos...
como volver a esos tiempos....
pero actualmente es diferente y mejor, o no?
talento

 
A la/s 10:22 p. m., Blogger Paula Daiana dijo...

Muy bueno!!
Me encantó eso del "olor a cariño".
Besos
Paula

 

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