sábado, mayo 31, 2008

El retorno a los diarios


Después de tres largos años he regresado a los diarios. Nada como vivir el periodismo en su esencia romántica: la del reportero que camina con diversos rumbos, estira su grabadora, la apaga para buscar el golpe en una conversación cómplicemente secreta, descasetea en compañía de un café negro y cargado, y plasma, luego, su trabajo en palabras, páginas, letras abultadas y tácitas, titulares, bajadas, leads, subtítulos e ideas que se ocultan entre líneas y clavan fuerte.

Extrañaba vivir el periodismo desde las páginas. Hace un par de meses comencé a escribir para "La Tercera" durante los fines de semana. Desde entonces me he reencontrado con la pluma adormecida en despachos de radio sin estilo más que la inmediatez. No es que desprecie el trabajo radial, tiene también sus bemoles y encantos, pero la verdadera razón por la cual busqué el periodismo siempre fue la escritura y esa atmófera única que se vive en los diarios.


Han venido de pronto momentos atesorables a mi memoria. Cuando trabajaba en "El Mercurio" y tuvimos que reaccionar frente al tsunami del sudeste asiático, la Revolución Naranja en Ucrania o a la muerte del Papa Juan Pablo II. Recuerdo bien a colegas llorando mientras otros alzaban las voces, aceleraban los pasos y encarnaban el "incendio" (como se dice en jerga periodística a las emergencias) en sus gestos. No hay pasión que se equipare al cambio de una portada en contra de las horas y la información que incesantemente empuja, detiene y acelera las prensas.

Recuerdo también en "Las Últimas Noticias" (donde hice mi primera práctica), mis andanzas por el mundo automotor, revistas de decoración, femeninas y ediciones especiales. Una entrevista a Palmenia Pizarro, en que me cantó entre lágrimas su "Cariño malo" y me entregó un amuleto que aún conservo. En ese diario, conocí mis primeras mentoras, Angélica y Mireya -hoy grandes amigas-. Me enseñaron a vivir el periodismo desde el rigor y a creer que el trabajo bien hecho puede ser el mejor escudo a las predisposiciones empresariales que rigen a los medios.
Luego en "El Mercurio" deambulé por la política internacional, donde no pude ser más feliz, hasta terminar -en el otro extremo- y enterrarme en Deportes. De todas formas, aprendí de una gran maestra como María Elena Guzmán (Premio Nacional de Periodismo Deportivo), que me enseñó a vivir con pasión el afán de cada día y a asumir el desafío de cubrir un frente tan "extranjero" para mí...Ahí se inició el largo paréntesis que he reabierto en estos días.

En los casi tres años en que he debido colgar la pluma y sacar la voz, he aprendido a querer el formato radiofónico, emocionarme con la puesta al aire de emergencia y con el despacho furtivo e inmediato... pero nada se compara con el arte de escribir el periodismo, un derrotero perdido que he vuelto a caminar en estos días de ausencia bloguera.