lunes, julio 28, 2008

Autómatas


Vivimos en una sociedad consumida por el miedo, que fluye con ritmos robóticos y no considera el factor humano en sus procesos. Pese a los discursos oficiales que apuntan a "incluir a las personas" en su integridad, todas son pamplinas y la consideración de las emociones en los procesos es apartada, criticada y aplastada por un racionalismo rampante que no es más que un sinónimo de excluyente rigurosidad. Vaya perfección!

La intolerancia al error es un buen ejemplo de nuestra brutal automatización. Las "equivocaciones" traspasan todos los intersticios, más allá de lo graves o leves que sean y parecen servir de indicador para que los egos se batan a zarpasos y los ímpetus por abrir moldes mueran en el intento. Condenar al equivocado es un ejercicio cómodo, cobarde, catártico para los inseguros que lanzan la piedra y esconden la mano.



Conversábamos con un amigo que trabaja en el gobierno regional. Me contaba de la paranoia que existe entre los funcionarios de esa repartición por cumplir las metas de probidad que lo han impermeabilizado todo, debido a la caza de brujas alentada por la Derecha y su aparato comunicacional. Me decía que los trabajadores de su área viven hoy asustados, amarrados en una imaginaria camisa de once varas y no son capaces de poner en valor su creatividad sin autonomía. El miedo al traspié los inhibe. Lo mismo ocurre con los personeros públicos, atemorizados en sus dichos frente a un micrófono. Se ciñen a lo "políticamente correcto" y olvidan su originalidad, el aporte de sus bagajes; y desechan el valor de la espontaneidad: no se condice ella con el paradigma del robotismo.


¿Qué tipo de relaciones interpersonales y sociales estamos edificando sin coartamos nuestra naturaleza humana? ¿Por qué tanto valor hemos dado a la paranoia, la intolerancia al error, humillación a quien se atreva a pisar fuera del círculo...? ¿Hasta cuándo se fomenta la aniquilación de nuestros instintos, la musculatura emocional que nos hace verdaderamente humanos....?