Bilis negra


Contradicciones, claroscuros del arte que no se excluyen.. el valor estético versus el funcional chocan vertiginosamente, a 100 por hora, en la obra de Luciano Kulczewski García, mi arquitecto chileno predilecto. Responsable de algunas manchas góticas casi insolentes en el tráfico urbano de Santiago y un estilo indefinible, que va desde el Art Nouveau al Modernismo, expresado en gárgolas, rejas en forma de telarañas, cerrajerías imposibles y arcos de medio punto. Según dicen los historiadores-arquitectos, su obra es una muestra constante de sentido del humor y espíritu lúdico.

Por sus raíces sureñas, este humanista desde pequeño volcó su interés al Santiago indómito, desplegado en la naturaleza que rodeaba la capital. Fue un adelantado defensor ecológico, de hecho, constan sus esfuerzos por defender los orígenes y las ácidas críticas a sus pares, que, a su juicio, no respetaban ni ensalsazaban el Santiago original en sus construcciones.
También fue muy crítico del mercantilismo que movía a sus pares. Para él la arquitectura debía ser puro compromiso político. De esa forma, hacia el final de su carrera, sus ideales opacaron los desavaríos estéticos de su obra, que fue reemplazado por su volcamiento a las viviendas sociales. Fue así también como participó de la fundación del Partido Socialista (un PS muy distinto al actual, por cierto) y de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda.
El arquitecto, adicto a la opacidad, murió en 1972. Según reza la leyenda, se suicidó en un ataque irreversible de nostalgia, aunque la historia oficial habla de una enfermedad prolongada. Sus cenizas fueron esparcidas por sus hijos entre el Cerro San Cristóbal y el Cementerio Pere Lachaise en París. Sin embargo, su estilo imperecedero descansa el múltiples obras que se han convertido en lugares de procesión para sus cultores, como el acceso al funicular, la casa de los Torreones (calle Estados Unidos) -fue su casa-, la sede del Consejo de Monumentos Nacionales (calle Viña del Mar con Vicuña Mackenna), la población Los Castaños (Independencia), Colegio de Arquitectos (Alameda), la casa de las gárgolas en Merced y múltiples poblaciones anónimas desplegadas por la periferia de Santiago.
Eva Braun, la mujer escondida sobre el puñal de hierro de Hitler. Fue su amante secreta, el delirio del genocida alemán, la que lo volvía tierno y dócil, pese a que en público la tratara como otro de sus dominios.
Pese a mis desencuentros con los temas del corazón sigo creyendo en eso del "amor para siempre" que tanto endiosa la cultura popular en diversos lugares comunes. Los epílogos matrimoniales de las teleseries o los besos incombustibles de finales hollywoodenses no serían los puntos suspensivos de amor eterno si no tuviéramos como referente el idealismo.