sábado, septiembre 01, 2007

Flashback

Ayer iba en el trole y escuchaba a un niño preguntándole a su mamá una serie de dudas casi existenciales que me recordaron mis propios desvaríos de pequeño. Entre sus inquietudes, el niño emplazaba a que le respondiera si los troles tenían vida propia, si el mar era azul porque las algas lo teñían así, si la luna era habitada por algún ser monstruoso o angelical. La mamá, muy escueta, mitigaba sus ansias con monosilábicos "sí" o "no", mientras se afanaba, distraída, con una hebra suelta en su sweater.

De niño yo solía temer a la luna, porque recuerdo muy bien haber soñado que emergía del mar nocturno y me lanzaba rayos fulminantes -como los de las pistolas láser de "La guerra de las galaxias"-. Quizá, por lo mismo, le tenía pánico al mar. Soy consciente del instante preciso en que este pavor se disipó: mi mamá me cogió en sus brazos, mientras yo lloraba a mares.. y me sumergió con fuerza en una ola (inmensa, a mis ojos) de la playa de Horcón.

Me acuerdo también que cuando iba a Santiago y tomaba el metro. Imaginaba que, entre estación y estación, existían pequeñas minas laboradas por duendes vestidos a la usanza irlandesa. Estoy "seguro" de haber visto uno cuando un tren se aproximaba al andén, en medio de mis alucinaciones de niño, mi muy viva imaginación.

De pequeño también le temía a la obscuridad, porque, según aseguraba con todo convencimiento, veía figuras que cobraban vida con la opacidad. Lloraba a mares cuando se cortaba la luz (algo recurrente al fragor de la dictadura) y todo quedaba a ciegas. Con mi hermana ideábamos un juego llamado "la lavadora y la corriente", que probablemente sacamos de las pantomimas de "Masamigos", por esos años era mi religión.


Era un niño creativo, inquieto, feliz. No percibía el contexto político y social que vivía, menos las tragedias del país, ni las debacles familiares. Para mis lúdicas lógicas, por ejemplo, el terremoto de 1985 fue un acontecimiento de lo más divertido, porque pensaba que de pronto se abrirían grietas con lava, y que deberíamos escapar despavoridos, como en los monitos o en las películas recurrentes.

Hoy queda mucho del niño en el hombre que se resiste a acostumbrar los ojos. Al menos intento que no se evapore la capacidad de sorprenderme con una cotidineidad a veces demasiado prosaica y monótona. Trato de no dejarme abatir. Cuando, de pronto, la rutina me agobia, escapo de sus férreos dictámenes con la ficción del cine, una novela o un cuento inventado arriba de los buses, en tribunales, plazas o cafés. Nunca es tarde para regresar al inocente ímpetu del origen.

7 Comentarios:

A la/s 12:18 p. m., Blogger Violeta z dijo...

Soy una de las personas que disfruta que conserves tu fantasía y el brillo de tus ojos. Igualmente me encanta tu capacidad de seguir preguntándote cosas y no dar todo por sentado.
En Julio, cerraron el semestre en el colegio de Nicolás, con una expo de las creaciones de niños y niñas... Un papelógrafo en la pared rezaba: "quisiera que el mar fuera de flan y así todos podríamos comerlo... de vainilla, caramelo y chocolate"

Simplemente genial...
Sigue cultivando tu mirada, y tus fantasías...

Besos, tqm

MZ

 
A la/s 3:09 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

ya... te posteo posssss
nada, k genial la foto, notable corbatinnn....
besosos
val

 
A la/s 3:22 p. m., Blogger pablo dijo...

Si hay algo que siempre me ha llamado la atención en ti,, es tu gran capacidad para seguir manteniendo en tus ojos aquella inagotable fuerza para soñar.

Un abrazo

espero verte pronto

yO

(y posteameeeeeeeeeeee)

 
A la/s 10:02 p. m., Blogger Violeta z dijo...

Amo còmo està tu blog... tan personal...

 
A la/s 12:35 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Que notable la foto. Nunca pierda mister esa creatividad.
Saludos
CV

 
A la/s 6:29 p. m., Blogger Udo dijo...

Que preci-oso, muy bello eso de que veías duendecillos en el metro; yo recuerdo que sólo apoyaba mi frente contra la puerta del metro, ponía mis manos al costado de mi cara para tapar la luz, y me divertía mirando el subterráneo, en que, a diferencia tuya, imaginaba que ahí debajo había otro mundo, una ciudad escondida. También convertía las paredes en cajones llenos de golosinas y por supuesto tenía un amigo imaginario. Hoy vuelvo a ser niño sólo cuando estoy con niños.
Ya me ves, aquí estoy, un abrazo.
Sal-udo.

 
A la/s 7:10 p. m., Blogger Mª Ximena Núñez dijo...

primera vezque visito tu espacio, me a gustado mucho, eres muy dedicado...

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal