lunes, agosto 28, 2006

La condesa sangrienta....

He aquí la historia de la más mala de las malas. Supongo que me seduce por su elegancia tan macabra. En sus rituales de sangre había algo de culto a la estética y la belleza.
Aquí va su historia, vaciada de los rincones más freaks de mi memoria: Erzsébet Bathory nació en 1560 en el seno de una riquísima familia húngara, perteneciente a la más rancia aristocracia. Se inició desde su infancia de mano de su nodriza en estas artes ocultas de la brujería y creció con una especial atracción hacia la sangre. A los 11 años se comprometió con el conde Ferenz Nadasby, conocido como "El Héroe Negro". A los 15 años se casó con él y se fueron a vivir al castillo Csejthe, situado en la cima de una colina por los Cárpatos.
Cuando el conde se tuvo que ir a la guerra, Erzsébet se quedó sola y harta de este aislamiento y el aburrimiento, se hizo amante acérrima del esoterismo. A partir de ese instante comenzó a rodearse de una cofradía dedicada a la brujería, además de alquimistas y hechiceros. Un delirio que tenía como fin detener el implacable envejecimiento, su mayor preocupación.
Paralelamente, Erzsébet se inició en lo que consideraba el "arte" de la tortura, un medio para conseguir la disciplina del servicio. Métodos que puso a prueba introduciendo agujas bajo las uñas de las doncellas.
Ya iniciada en estas "artes" y una vez que su marido murió, la condesa cobró su primera víctima, una joven sirvienta que le peinaba en aquel momento. La joven dio un tirón a su pelo y Erzsebet la abofeteó con tal ímpetu que la hizo sangrar. Su mano quedó manchada y la condesa, en su imaginación, creyó ver que el trozo de piel manchado de sangre rejuvenecía y tenía mejor aspecto que el resto de su cuerpo. Aprovechando su enfado y el irremediable deseo de llevar a cabo su plan la condesa ordenó que cortasen la venas de la joven sirvienta y llenaran la bañera con su sangre.
Con este primer asesinato, y bajo la influencia de su mentora Darvulia -la bruja del bosque- surgió su obsesión y terminó por viajar por los Cárpatos en su carruaje buscando niñas de la que se pudiera servir. Iba acompañada de sus doncellas, encontraban a la víctima perfecta, le prometía trabajo y la pobre joven terminaba secuestrada en el castillo tras ser azotada o drogada.
En los sótanos del castillo las encadenaba, las acuchillaba o las sometía en su máquina de tortura favorita: la virgen de hierro, un autómata con dagas y botones accionados de tal forma que exprimían hasta la última gota de sangre del cuerpo de sus víctimas.
Tras bañarse en la sangre ordenaba a sus sirvientas que le lamiesen la piel. Si las chicas no hacían ascos las recompensaba, pero si mostraban cualquier mueca de repugnancia, las torturaba hasta matarlas.
Los cuerpos de las víctimas comenzaron a enterrarse cerca del castillo y los restos de las chicas, los huesos, los aprovechaban los hechiceros para sus rituales. Cuando se hartaron de hacer excavaciones terminaron por tirar los cuerpos al campo esperando que las alimañas comieran la carne. Así, pronto los habitantes del pueblo se percataron de que las jovencitas que iban a trabajar al castillo desaparecían y no volvía a vérselas.
Cuando los campesinos veían el carruaje de la condesa ya sabían que Erzsébet buscaba una nueva sirvienta que acabaría desapareciendo como todas las demás.
Tras once años de escuchar profundos y desagarradores gritos que venían del castillo, los campesinos comenzaron a investigar por su cuenta y se encontraron con varios cuerpos sin vida de algunas de esas chicas en las inmediaciones del castillo. Los pueblerinos comenzaron a decir que el castillo estaba maldito y en él habitaban vampiros. Llegaron con sus sospechas hasta el mismo soberano, pero Mathias II no les hizo caso hasta 1610 en que envió una tropa de soldados bajo las órdenes del propio primo de Erzsébet, Gyorgy Thruso.
Los soldados encontraron en el suelo del salón una joven muy pálida que se estaba desangrando. Tenía el aspecto de haber sido torturada a palos y quemaduras. Sus investigaciones llegaron a descubrir cincuenta cadáveres sepultados en las inmediaciones del castillo. En el sótano hallaron muchas víctimas aún con vida, terriblemente torturadas y con suficientes cortes como para atestiguar que habían servido de fuente de bebida para una plataforma que funcionaba como ducha y bañera de sangre para la condesa.
Luego de eso, detuvieron a Erzsébet y sus brujos, y a la condesa se le condenó por sus diez años de masacres sin necesidad de buscar más pruebas de las encontradas. Era suficiente. Según la condesa, con ayuda de sus secuaces, asesinaron a casi 650 niñas.
A sus cómplices se les decapitó o se les quemó en la hoguera, pero Elizabeth era noble y amiga personal del rey húngaro, por lo que fue condenada con severidad a una muerte lenta: fue emparedada en su propia habitación dejándole una ranura por donde le pasaban los desperdicios de la comida y algo de agua. Sin haber pronunciado durante ese tiempo de prisión una sola palabra, un día decidió no comer más, y a los 54 años falleció de inanición en 1614.

2 Comentarios:

A la/s 3:04 p. m., Blogger franco dijo...

creo que el deseo de sangre es deseo de identidad, y desangrar es usurpar un ego que mantiene las fronteras entre la carne y el espíritu...prefiero ser el vampiro o la condesa de mí mismo, absorberme y escupir la sangre. Increíble que todo posea su estética, la poesía que relumbra sobre el mal y lo ennoblece, los lamidos de las esclavas sobre la piel repleta de sangre usurpada.Erzsébet era un poema de Baudelaire.

 
A la/s 10:07 a. m., Blogger smoked eyes dijo...

No me atraen mucho esas pasiones antropofágicas o hemofilicas, aunque debo confesar que en más de una oportunidad habria dado mi alma por saborear como un banquete gourmet la piel de alguien... en fin

 

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